Opinión

Los heraldos blancos

Tenemos un presidente de la República que no es un orador elegante a la usanza de los viejos políticos ni parece gustarle leer discursos de esos que otros más diestros con el lenguaje pueden hacerle. Sin embargo, la noche del pasado martes, el país entero escuchó en su hogares –en medio de la angustia de los tiempos que vivimos– la palabra sencilla, transparente, por momentos nada pulida, de un hombre al que le ha tocado liderar este país en tiempos en que la muerte se pasea horonda por los vericuetos del mundo.

Laurentino Cortizo –Nito, como le gusta que lo llamen– explicó al país con lujo de detalles, y como si le estuviera hablando a un grupo de cercanos amigos, el proceso que lo lleva, junto a su equipo de Gobierno, a tomar decisiones. Y para tranquilidad de toda la gente de buena fe, supimos que Nito recibe abundantes mensajes de todos aquellos que le dicen “hay que”, pero solo apoya aquello que está basado en evidencia, tras el sustento y análisis de los científicos. Eso, en este país del juegavivo, de la falta de rigor, de la improvisación, no es poco.

Saber que estamos en manos de la ciencia y que las y los ministros más técnicos del gabinete están en primera línea de batalla es también una gran tranquilidad.

Fueron muchos los temas tocados con candidez e, incluso, poca elegancia por el Presidente de la República. Algunos, como la necesidad de ahorrar agua de las formas más impensadas, han causado hilaridad. No hay motivo para ello; en estos días más que nunca tenemos que cuidar el agua que solemos consumir en este país como si de una fuente inagotable se tratara. Puede agotarse y todos tenemos que contribuir a que eso no pase.

Las decisiones tomadas en temas económicos fueron también prolijamente explicadas por el presidente Cortizo. A contramano de la demagogia y el dañino populismo instalado en la Asamblea Nacional, enumeró rebajas, moratorias y ayudas que dan tranquilidad. Pero al mismo tiempo, destacó la necesidad de asumir nuestras responsabilidades si podemos hacerlo. No son momentos de mostrar la picaresca que nos caracteriza. Son tiempos de solidaridad.

Y justamente fue el concepto de solidaridad el que más utilizó el Presidente en su mensaje a la Nación. De aquí solo salimos con solidaridad y entre todos.

En el pasado hemos visto al presidente Cortizo preso del sistema político que le obliga a hacer concesiones aquí y allá para mantener el equilibrio del poder. Sin embargo, en momentos claves, ha logrado imponer decisiones que parecen tener como único objetivo el bien común. Dos ejemplos: la designación de los magistrados y de la nueva ministra de Gobierno. Ahora, y afortunadamente, estamos otra vez ante una coyuntura en la que las rastreras manipulaciones politiqueras no parecen tener cabida. Da mucha tranquilidad.

Al final, el hombre sencillo que es, salió a relucir, no solo con su reiterada alusión a su fe, sino al mencionar con respeto a quienes no creen en dioses. También con su esperanzador mensaje sobre el futuro, en el que pronostica que seremos mejores después de vivir este horror, porque lo viviremos apelando constantemente a la solidaridad.

Y en ello, Nito Cortizo no está solo. Son muchos los que en estos días de comunicación global están divulgando sus pensamientos sobre esta crisis que ha puesto al mundo entero de rodillas. Una crisis que, para comenzar, nos ha igualado como humanidad, justo en momentos en que batallábamos por banderas, fronteras y nacionalidades. Todos estamos conectados y lo que afecta a una persona tiene repercusiones en el resto. Ayudarnos unos a otros es el único camino.

Esta crisis ha evidenciado el daño que le hemos hecho al planeta por la codicia y el consumismo estúpido que nos caracteriza. Es preciso volver a lo simple, a la frugalidad de nuestros mayores, a compartir. Son tiempos en que la corrupción y los corruptos deben ser públicamente humillados, castigados.

Vivimos una crisis que puede ser el fin o un nuevo comienzo para esta humanidad que perdió el camino hace rato. Es hora de retomarlo entre todos.

A diferencia de Los heraldos negros del gran César Vallejo, que nos hablaba de “….golpes en la vida tan fuertes… ¡yo no sé!”, es hora de darle paso a los heraldos blancos y esperanzadores. Depende de cada uno de nosotros.